jueves, 13 de diciembre de 2018

La Ley de Remuneraciones y las Instituciones en México

Si uno estudia la historia de México, rápidamente se descubre qué en nuestra historia, siempre se habla de nombres y personas, pero muy pocas veces de las Instituciones. Puede ser accidental del estudio de la historia en general, pero la historia del siglo pasado en México indica que es una cuestión central en México, no somos un país de Instituciones, sino de personas.

En México, hablamos de la historia reciente dividida en sexenios: lo que cada Presidente del país quiso hacer y lo que logró o sucedió en su mandato. Incluso a nivel histórico, los primeros cien años de historia de México es una historia donde cada líder, grupo o facción rehízo el país a sus designios, y de ahí la existencia de mas de 15 textos de nivel constitucional entre 1821 y 1880. 

Después de la Revolución Mexicana, la única institución que fue inmutable a través del tiempo y presidentes era el PRI, la institución que daba sentido a todas las demás, y a cubrir el caudillismo nacional. 

Cuando todas las autoridades y funcionarios, que deberían ser pesos y contrapesos entre sí, son del mismo partido, y dicho partido (y autoridades) están bajo el control del presidente en turno, la dictadura perfecta disfrazó a los caudillos de presidentes, pero manteniendo su poder absoluto, y dejando sólo en papel el mecanismo de controles constitucionales.

Cuando el PRI perdió la presidencia, en el año 2000, algunos nos imaginamos que el PRI desaparecería, pues el poder, su obtención, conservación y distribución, fue siempre su única razón de ser. Sin embargo, el PRI se levantó en su búsqueda de recuperar el poder, y lo consiguió después de 12 años en los que muchos descubrimos que el sistema constitucional que nuestra carta magna propone no era tan funcional o práctico como imaginábamos. La existencia y el manto del PRI cubrió y encubrió lo disfuncional de muchos mecanismos del sistema constitucional. 

Los 12 años de presidencia del PAN corrigieron muchas incongruencias del sistema constitucional, a este periodo le debemos el Sistema electoral (INE, TEPJF, OPRs, etc.), de transparencia (INAI), reguladores semi-independientes (CRE, Cofetel, Cofece, Condusef, etc.) y otros más. También se obtuvo un paulatino desvanecimiento del sistema federal. El sexenio pasado, con todos sus defectos (y son muchos), se fortaleció a la mayoría de las instituciones.

Pero el pasado mes de Julio, por primera vez desde 1997, un solo partido político tomó el control (democráticamente) de las dos cámaras legislativas y la presidencia, Morena tomó el control de todo el sistema político, de 17 congresos estatales y cerca de 10 gubernaturas. Por primera vez desde hace más de 20 años, tenemos un partido que controla la mayoría de las instituciones políticas del país, desde que el PRI las perdió desde 1997.

Y la pregunta que algunos nos hacemos (o al menos yo), es si los últimos 20 años, México dejó de ser un país de caudillos y líderes, y pasó a ser un país de instituciones. 

Las primeras decisiones del nuevo ejecutivo parecen algo ambiguas en este sentido; la Ley de Remuneraciones parece un golpe contra las instituciones, su independencia, el profesionalismo del servicio civil y los derechos humanos y laborales del servicio público; la cancelación del NAICM fue ciertamente un ataque a los mercados y sector empresarial. Pero en ambos casos las instituciones, parecen estar resistiendo la embestida: los inversionistas del NAICM se oponen a los caprichos (que hasta ahora eso han sido) de la nueva administración; y el servicio civil, varias instituciones y el Poder Judicial, se resisten al golpe de la reducción de Remuneraciones al servicio civil. 

La Ley de Remuneraciones, desde mi perspectiva y en su premisa pública de buscar reducir el costo de la administración, es un golpe a las instituciones, porque desconoce el valor del servicio civil y daña el avance de este servicio civil a la institucionalización.

La Ley de Remuneraciones trata a todo servidor público como un ladrón o arribista, y le niega el respeto que se merecen. Llamar Fifí o ladrón a todo Servidor Público, protege a los que sí son ladrones, o abusivos dentro de un manto que acusa a todos y castiga a todos, por el daño de algunos. En otros países, y en México, el Servicio Civil es una institución de personas honestas y capaces, que mantiene la continuidad del Estado, a través de los cambios y mareas políticas y democráticas. 

Un servicio Civil fuerte es lo que permite en el Reino Unido que el Primer Ministro cambie de partido en menos de una semana, sin un caos o parálisis. En Estados Unidos es el principal freno a los caprichos de Trump, y en México debe ser el motor del cambio y la evolución, pero freno de caprichos y arbitrariedades, tanto de este gobierno, como de los próximos.

Pero para ello, debemos respetar el Servicio Civil como institución, a la vez que perseguimos y filtramos a los malos servidores públicos que existen. La Ley de Remuneraciones, al negar el respeto del Servicio Civil, da a los Servidores Públicos el mensaje de que no son valorados, y que su labor no es entendida o valorada.

Cuando un profesionista debe o deba decidir entre el Servicio Civil y la Iniciativa Privada, la Ley de Remuneraciones y el recorte de salarios le indicará que, si tiene ganas de crecer, o intenciones de ser valorado, debe evitar el Servicio Civil a toda costa; pero si lo que busca es comodidad en la mediocridad, o el poder, ya sea por favores, oportunidades de corrupción o para su beneficio personal, entonces el Servicio Civil lo va a proteger y permitir ambas.

Hay muchos funcionarios corruptos, abusivos, mediocres o incapaces en la Administración Pública, pero la única forma de sacarlos del ahí, es mediante el respeto y exigencia del Servicio Civil. Si hoy recortamos los salarios del Servicio Civil, sólo se logrará expulsar a las personas capaces, capacitadas y valiosas de la administración, y se conservará a los elementos mediocres, corruptos o abusivos del sistema, y nada puede dañar más a las instituciones, que privarlos de personal capaz, y saturarlos de los peores elementos que se tiene.

Se que el mandato popular es fuerte y estoy convencido que el nuevo gobierno puede hacer grandes cosas, pero temo honestamente que el caudillismo nacional resurja de sus cenizas, y que las instituciones se rompan, o “doblen” ante el nuevo partido hegemónico.

Yo por mi parte, aunque tengo fe en la democracia y sus virtudes, soy un firme creyente de las instituciones (que son siempre perfectibles), y creo que, si Morena piensa llevar el país a un futuro mejor, debe hacerlo dentro y con sus instituciones, las que le gustan, y especialmente las que no les gustan. Y como ciudadano trataré de defender y apoyar las instituciones, pero también de apoyar, cuando así proceda apoyar al nuevo gobierno (por el que no voté, pero reconozco ganador y apoyaré), siempre dentro y con las instituciones.